Uno siempre cree que es el único que la embarró.
Suelo asumir que la embarré hasta los huesos cada vez que identifico mis errores. También que solo a mí me pasa. Ahí es cuando empiezo a recitarme un rosario de todo lo que hice mal y, peor aún, de lo que ni siquiera se me ocurrió hacer. Mi conclusión es radical: “Siempre me pasa lo mismo” seguida de “para qué me metí en esto, si ni siquiera lo sabía hacer”.
Cuando uno presta atención a las historias de los demás (por cierto, admiro a quien se atreve a contarlas) se da cuenta de que para nadie el camino es de rosas, y que si lo ha sido, el encuentro con las espinas es más frecuente mientras se cultiva el rosal.
Uno de mis propósitos a todo nivel para este año es dejar de idealizar. Aplica para proyectos, vida, planes, personas y lugares. Con un poco de reflexión, tomándome un café, me di cuenta de que los proyectos me han enseñado acerca de esto, y que sin ir muy lejos, dentro de esta profesión hay una herramienta que bien utilizada ayuda a hacer de los errores, propios o ajenos, una ganancia.
Se nos volvió costumbre ir de un lado al siguiente con más velocidad que presencia. Apelar a la reflexión parece un acto irreverente, pero tengo que confesar que en algunos de esos libros ladrilludos de gerencia de proyectos, hay capítulos enteros que promueven esta herramienta para masterizar la profesión… Se llama LECCIONES APRENDIDAS.
El único prerrequisito para poderla aplicar: haber cometido un error.
De manera simple, se trata de llevar un inventario de errores de manera proactiva. Es un ejercicio brillante de análisis para responder ¿por qué paso? ¿A quienes o qué afecté (interacción con otros, finanzas, la reputación mía o de mi negocio)? ¿Cómo puedo hacer para que no me vuelva a pasar? ¿Necesito aprender algo, asesorarme con alguien, cambiar un proceso? ¿Salí(mos) bien librados de este proceso o la pérdida es demasiado grande?
Al hacer este inventario, estamos ayudando a nuestro desempeño futuro a reconocer donde hubo dolor, y al responder las preguntas, estamos analizando proactivamente para enmendar el camino, evitar que vuelva a ocurrir o que, de volver a ocurrir, el impacto sea menor.
Volver un hábito: el Inventario de Errores
Documentar es la mejor manera de aprender, y sin duda, una gran herramienta para delegar. Con el tiempo es una herramienta para revisar la trayectoria, tener sentido de crecimiento profesional y volver el error en un aprendizaje (eso que los duros llaman “know-how”).
“No darse tanto palo” sería mi recomendación personal. Un consejo que me doy casi a diario. Si acaso, como muchos, y como yo, eres un solitario, tómate un café con un amigo que te ayude a poner el asunto en perspectiva, a verlo como una oportunidad de volverlo a tu favor.
Y si te nace, no dudes en compartirme tu error. Te aseguro que yo también estuve allí, y que dentro de mi inventario alguna experiencia te podré compartir.
Con cariño,
Juliana